viernes, mayo 11, 2007

Sueños que se desvanecen


Sueños que se desvanecen





David Guzmán Romero



Ł(=´.´=)Ł ESTE CUENTO ESTA BASADO EN LO QUE CONSTANTEMENTE EN LA VIDA NOS HACE SOÑAR. Ł(=´.´=)Ł

TITULO: “SUEÑOS QUE SE DESVANECEN”
AUTOR: GUZMAN ROMERO DAVID
ESCRITORES JUVENILES
MODALIDAD: CUENTO
PLANTEL 07 OMEALCA
“ADALBERTO DÍAZ JACOME”


“SUEÑOS QUE SE DESVANECEN”

Toda la gente tiene sueños y hay gente que sueña muy alto, tan alto que a veces caen para no levantarse.- Expresaba el maestro de preparatoria, un hombre mayor de edad, al cuál su experiencia académica lo hacía una persona con criterios amplios sobre la vida, su pelo pintaba unas canas y su rostro reflejaba una luz que transmitía paz y confianza a sus alumnos. Con esfuerzo se situó detrás del viejo escritorio y se sentó en una silla de madera despintada. Los tenues rayos del sol hacían que su sombra se desvaneciera sobre las cuarteadas y despintadas paredes del aula. Cruzó sus brazos y los acomodó sobre el escritorio. Después de un hondo suspiro que recorrió su cuerpo prosiguió.

Es el caso de Ricardo, un joven de nuestra época que vive y siente, sufre y llora como todos lo hacemos. Lo conocí postrado en cama, soñando con el futuro. Ricardo lloraba, nunca supe si era por el dolor de sus heridas o por recordar su pasado.

Ricardo estaba demacrado, su vista se perdía como ensimismado en su mundo. Yo al verlo me acerqué a él y le pedí que me contara su vida. El no me respondía, simplemente miraba por una ventana como queriendo buscar algo que se le había perdido. Al fin comenzó hablar y me dijo:

Cuando era niño yo quería tener muchos carros como los que pasaban por la carretera de mi pueblo. Ese era mi más grande sueño. Cuando crecí me di cuenta que se necesitaba mucho dinero para comprarlos. Yo no fui a la escuela, el motivo: la falta de recursos económicos. Mi sueño más grande entonces fue tener mucho dinero. Un día llegó la oportunidad de irme para el norte, sentía que estando allá mis sueños se cumplirían. Para ello me fui con mi primo y otros amigos. Cuando cruzamos la frontera le pagamos al coyote dos mil dólares cada uno. Mi primo me pagó todo. Llegamos a vivir a casa de un señor que conocían los otros que nos acompañaban. Nos quedamos en cuarto todos juntos.

En total éramos diecisiete. Todos consiguieron trabajo menos yo. La situación me obligó a salir a juntar botes de lata para sacar algo de dinero. El sueño de comprarme una camioneta se me desvanecía pues la renta era muy cara y además tenía que pagar luz y gas. Con el paso de los años mi familia quedó olvidada en lo más apartado de mi mente y me cubrí de ideas falsas de las cuales aprendí a ganar dinero fácil: vendía y consumía droga y con eso me alcanzó para cambiarme de casa, desde ese momento sentía que la vida me recompensaba por los tragos amargos que pasé. Finalmente decidí mudarme de ahí y comencé a vivir con otros “amigos” los cuales conocí en mi trabajo. A ellos les platiqué de mis sueños y se burlaron de mí:

-¡Con que poco te conformas!- Exclamó uno de ellos con sonrisa sarcástica mientras se arreglaba sus rastas choleras.

Entre todos me regalaron una camioneta para hacer mis entregas. Mis ideas me llevaban a una nueva vida donde sentía que mis sueños se cumplían y que a todo el mundo conquistaba a mi paso. El tiempo avanzaba y mis sueños cambiaban, ahora mi meta era tener muchas mujeres y en el ambiente en el que me encontraba no me fue difícil alcanzarla. El tiempo como un viento lleno recuerdos se adentró en mi mente y mi familia se hacía presente en mí, después de tanto tiempo en olvidar a mis viejos queridos sentía la necesidad de abrazarlos y decirles cuanto los amaba, es por eso que decidí regresar a mi tan anhelado pueblo. Cuando volví aquella carretera vieja y abandonada ahora era de asfalto y se adentra en lo profundo de la sierra, el río de agua cristalina donde aprendí a nadar ahora no es más que un simple camino que se abre al paso de un diminuto caudal de agua sucia. Por fin llegué a mi casa, la cuál se sitúa sobre una loma, unas frágiles maderas la conforman y su techo se cubre de láminas de cartón en las cuales diminutos agujeros permiten el paso de los rayos del sol.

Emocionado grité con fuerza a mis padres y mi madre salió a verme. Yo me quedé parado a un lado de mi camioneta con un cigarro que contenía la hierba prohibida el cual sostenía en mi mano derecha. Mi madre no quiso caminar más y se paró en la pequeña puerta mientras sujetaba en sus manos una escoba de palmas. Ella me observaba desconcertada.

¿Sería por que me había pintado el pelo y por que traía aretes en mis orejas?

Mi padre con las manos terrosas por el trabajo en el campo al verme lloró y enfurecido me dijo que yo no era su hijo. Eso me dolió en lo más hondo de mi ser. De mi extraviada mirada brotaron lágrimas las cuales expresaron mi tristeza. Cada gota abría camino sobre mi cara. Desconcertado me subí a la camioneta y manejé como loco sin rumbo fijo y de ahí ya no supe que pasó. Ahora tengo más sueños y espero salir pronto de aquí para poder realizarlos.-Expresó el joven.

No lo dudo.- le dije. Y después de platicar algunas cosas más, me aparté de ese lugar. Ricardo no podía moverse, se encontraba rodeado de sondas y cubierto de vendas. Lo que él no sabía es que después de subirse a la camioneta y como consecuencia de la droga y manejar a alta velocidad tuvo un accidente el cuál le ocasionó la pérdida de sus piernas y un brazo. Ni siquiera sospechaba de su triste estado.

Es el caso de este joven donde encontramos que constantemente se presentan un manantial de sueños destilados en la mente de cada uno de nosotros pero muchos no pasan de ser simplemente ideas. Algunos optan por llamarlos propósitos, pero todos en algún momento nos proponemos cumplir esos sueños tan deseados, los cuales deben buscarse siempre y cuando estén bien inspirados y fundamentados.

El profesor hizo una pausa mientras se paraba de la silla. Avanzó unos metros hacia sus alumnos y mirando su viejo reloj de pulso el cuál indicaba el fin de su clase agregó:

- Si se proponen realizar algo en la vida, que no sea hueco sin resonancia. Que sea edificar su existencia y la de los demás. Que no los llene simplemente de apariencias y de lujos. Mejor llénense de alegría auténtica y de amor oblativo.

Los veinte alumnos se levantaron de sus desgastados pupitres. Ellos admirados por la historia aplaudieron fuertemente a su profesor, él cual salió del aula con una sonrisa figurada en su cansado rostro.

Fin.