jueves, diciembre 14, 2006

Perdiendo el Cielo

Perdiendo el Cielo
Por M. Oviedo

“Si no hubiese tierra en el cielo, más valdría que no hubiese cielo”
Pessoa


Puedo decirlo ahora que están a punto de llegar: me parece que son los días más tristes del año, posiblemente por la furiosa alegría con que se les quiere rodear. Pasa siempre igual. Vamos entrando a estas fiestas como se entra en un túnel del que no alcanzamos a ver el final. Son aún más tristes que esos carruseles vacíos que giran y giran en los solares, a las afueras de los pueblos, cuando comienza a oscurecer y los focos iluminan los caballitos de metal con una luz falsa y deslucida. Ahora los foquitos tienen forma de estrellas, bombillas de colores como las de los bares solitarios en las carreteras, también en las afueras de los pueblos, farolitos rojos que se mecen con el viento frío.
Mucho tiempo estuve pensando que era yo, que esa forma de ver las cosas era como una enfermedad que solo yo padecía. Más no. Bastantes somos los que sentimos algo parecido ante el trasto de los buñuelos, algo así como empacharse sentimentalmente y la necesidad posterior de ayunar un tiempo.
Todos llegamos al mundo enfermos de algo, de una cosa o de otra, de cansancio, de aburrimiento, de emoción. Uno jamás se cura de esas enfermedades. Si tenemos suerte no nos ponemos peor. Yo creía que era uno de esos seres tristes que se fija en los seres tristes, como el enfermo que se descubre rodeado de enfermos como él. Para darnos cuenta de que casi todo el mundo padece o ha padecido una ligera gastritis, es suficiente con que uno cargue con una ligera gastritis también. Más no, no era solamente yo.
Me cuesta trabajo expresar lo que nos sucede a algunos durante estas fechas. Es sólo un sentimiento ambiguo, como si viviéramos una tarde de domingo que dura varios días seguidos. Precisamente ahí está la crueldad, tener que recordar durante todo ese tiempo que el día de fiesta se terminó, lo corta que es la vida y que apenas entramos en escena, debemos despedirnos, así como en aquella canción navideña que recuerdo: “La Nochebuena viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos, y no volveremos más”, que parecería dirigida a masoquistas de no ser por ese ritmito que la convertía en chunchaca de ocasión, para los bailes callejeros.
Es extraño, fuera de lo normal, lo que pasa en estos días. Muchos querríamos brincárnoslos, así como querríamos saltarnos todas las tardes de domingo. Quizá otros vivan estas fechas como un regreso al Cielo.
Por un tiempo pensé que la vida era como las tardes de domingo, y que el Cielo era como las tardes de sábado, la felicidad eterna y el paciente gozo. Más no. Ahora pienso exactamente lo contrario. La vida cotidiana, la vida diaria, es el sábado por la tarde. Es corta, pero llena de intensidad y con matices únicos y sorprendentes, incluso para los que padecemos de alguna enfermedad del alma. En cambio la tarde de domingo es, como dice un amigo, , aburrida y pesada, como la sola imagen del trasto de los buñuelos el día de Reyes, después de haber sido saqueado durante tantos días.
Dentro de algunos días habremos doblado, en definitiva, la curva de estas peligrosas fiestas, habremos dejado atrás al fin el Cielo, y el ánimo, aligerado, echará a volar. No sé si lograré llevar una vida nueva. No lo creo necesario. A mí la vida me gusta tal como es, me gusta lo que tiene de cotidiano y común, y en las fiestas es esto lo primero que se sacrifica: lo corriente y lo común. De nuevo se cerrará el Cielo y se abrirá hasta el año que viene. Lograrás sobrevivir a tanta alegría y a tanta felicidad. Seas bienvenido, una vez más, a la vida cotidiana.


Comentarios a:
matove@eudoramail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo José Luis: comamos de ese plato lleno de buñuelos que es la vida. Ellos tienen sabor dulce a piloncillo y nutren de sensaciones.
La vida está hecha de momentos... hay que vivirla
el corporin

Anónimo dijo...

Estimado escribiente: El pensamiento que refleja el sentir de muchos de nosotros, es fiel y sincera realidad actual. La vida actual que nos marca cuándo y como debemos descansar, hastía y ensombrece los momentos y las actividades... también podríamos ser nosotros los que no las aprovechamos como deberíamos. De cualquier manera, es una excelente reflexión.